sokai dojo zen
Adaptar el Zen a nuestros tiempos (?)

Estos días me han ofrecido la posibilidad de dar una charla, o hacer una reunión o algo así, para enseñar “meditación”, pero adaptando lo que hacemos en el dojo a un estilo... más popular, menos “religioso”, más “abierto”, enseñando cosas también de psicología o algo así, y así tendríamos más “público”.
Entiendo la propuesta, y entiendo que en algunos contextos algunos practicantes Zen hayan “traducido” la tradición Soto, demasiado “religiosa”, a un contexto “contemporáneo”, más occidental, más informal, menos “severo”, retirando por ejemplo el uso del kyosaku (el “palazo” en la espalda), o vistiendo “ropa de calle” en vez de kimonos negros.
El argumento es que, si ofreciésemos algo más adaptado al público occidental tendríamos más “éxito”, más “público”, llegaríamos a más personas.
Esta es mi opinión; Para empezar, soy un monje budista, un monje Zen. Vivo bajo unos votos religiosos; ayudar a la existencias, abandonar las ilusiones, proteger la práctica, y perseguir el ideal de vivir como un buda. No escondo el aspecto “religioso” de mi práctica. No creo que pueda ayudar a los demás si le quito a mi práctica su dimensión religiosa para “adaptarla”. De hecho, creo que lo que necesita la gente en nuestra sociedad es recuperar la dimensión “religiosa” de la vida, recuperar una dimensión más elevada de la vida. Creo que hace falta una verdadera religión, una verdadera disciplina religiosa. No quiero renunciar a eso.
Sobre “adaptar” el Zen, que es una práctica “oriental”, japonesa, al contexto occidental, mi opinión es la siguiente; Hay cosas que no son negociables, la postura de loto o medio loto no es negociable. La veneración que sentimos por el kesa (la túnica de monje) no es negociable. Luego hay otras cosas que son importantes: Vestir la ropa tradicional de práctica, kimono, kolomo... significa que, en el dojo, nos despojamos de las ropas de colores que nos identifican, que nos hacen “diferentes”. Vestir la ropa de práctica en el dojo forma parte de una educación. Me parece bien mantener esa tradición. Ofrecer incienso en un altar con una figura de Buda, hacer Sampai, postrarse tres veces en el suelo al final del zazen de la mañana, o recitar el sutra Hannya Shingyo al final de zazen, son aspectos religiosos de nuestra práctica que también me parece bien preservar en un dojo. Ocurre lo mismo con la cuestión de afeitarse la cabeza. Entiendo que hay monjes, sobre todo monjas, que tienen un trabajo y por razones sociales prefieren no afeitarse la cabeza. Pero la mayoría de los practicantes de nuestra sangha se afeitan la cabeza. Monjes y monjas. Nuestra maestra se afeita la cabeza. Es una “marca” de los monjes budistas.
Cuando practicamos zazen fuera del dojo, por ejemplo en una prisión, colocamos un pequeño altar con un buda y una foto de Deshimaru, ofrecemos incienso, y también recitamos el Hannya Shingyo. No veo un problema con esto. El Zen es una escuela budista, es su identidad. No hay nada que disimular o esconder al respecto.
En el dojo hacemos lo mismo que hace nuestra maestra, Barbara Kosen, en su dojo de Shorinji, y ella hace lo mismo que le enseñó su maestro, Taisen Deshimaru. Es algo que ha sido transmitido. Me interesa más preservar esa transmisión que adaptarme a los tiempos. No me gusta la educación ni el espíritu de estos tiempos. Por ejemplo, ahora la gente “consume” meditación, son “clientes”. En el budismo Zen no somos clientes, somo discípulos que seguimos la enseñanza de un maestro/a. Prefiero esta segunda opción. No me interesa adaptarme a los tiempos.
Sobre seguir la enseñanza de un/a maestro, o ser autodidacta, esta es mi opinión; creo que mis contemporáneos deberían de aprender a practicar siguiendo las indicaciones de un Sensei, es algo fundamental, de hecho, no entiendo cómo la gente puede vivir sin un Sensei. Por eso mucha gente está perdida, porque no han encontrado nunca a un verdadero Sensei. Nosotros tenemos el buen karma de haber encontrado una Sensei, puede que no sea “la mejor Sensei del mundo”, ni la más carismática, ni la más mediática, pero eso me da exactamente igual, es nuestra Sensei, eso es todo. Lo mismo vale para la sangha. No hay vía religiosa posible sin comunidad. En el budismo la práctica, el maestro y la comunidad son los Tres Tesoros, son algo precioso que protegemos con nuestra práctica.
Sobre el “éxito”, o “llegar a más público”, es un asunto que no me preocupa. En nuestro dojo nunca hemos sido más de cuatro o cinco personas. Está bien así. No tenemos ninguna aspiración en este sentido. Nuestro dojo no es un negocio, somos una escuela de práctica y, por mi parte, asumo que zazen no será nunca algo tan popular como el mindfulness o el yoga. No pasa nada.
Por su puesto que sentimos la necesidad de compartir zazen con otras personas, y también de llevar zazen fuera del dojo. Nos gustaría, cuando mejore el tiempo, salir a practicar zazen regularmente a un parque público. Estamos en contacto con una ONG que está interesada en lo que hacemos, y seguimos en contacto con la prisión para retomar zazen en la cárcel. Así que sí, sentimos la necesidad de compartir zazen, incluso en contextos diferentes al dojo, pero no sentimos la necesidad de “adaptarlo al consumidor”, eliminando de nuestra práctica aquello que no le vaya a gustar a unos potenciales clientes, no estamos en esa posición.