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Karmacovid

Comer y enfermar. Bioseguridad alimentaria.
En octubre de 2016 los lechones de las granjas de la provincia de Guangdong, en el sur de China, comenzaron a enfermar con el virus de la diarrea epidémica porcina (PEDV), un coronavirus que afecta a las células que recubren el intestino delgado de los cerdos. Cuatro meses después, sin embargo, los lechones dejaron de dar positivo por PEDV, pese a que seguían enfermando y muriendo. Tal y como confirmó la investigación, se trataba de un tipo de enfermedad nunca visto antes y al que se bautizó como Síndrome de Diarrea Aguda Porcina (SADS-CoV), provocada por un nuevo coronavirus que mató a 24.000 lechones hasta mayo de 2017, precisamente en la misma región en la que trece años antes se había desatado el brote de neumonía atípica conocida como "SARS".
Así empieza un artículo titulado Causalidad de la pandemia, cualidad de la catástrofe, publicado en eldiario.es, un artículo sobre virus, pandemias y comportamiento humano. Urbanización masiva, industria cárnica intensiva, hacinamiento animal en macrogranjas “sin tierra” (landless), es decir animales stockados en naves industriales que no ven la luz del día… y enfermedades nuevas, desconocidas, víricas y muy agresivas. Os lo recomiendo.
Hace tiempo que sabemos que las vacas son tratadas con antibióticos para evitar enfermedades que diezmen la producción de carne. Los residuos de fármacos veterinarios en la carne para consumo humano están regulados por una normativa europea de bioseguridad alimentaria… No deberíamos de estar consumiendo demasiados antibióticos (ni corticoides, ni clembuterol…) en nuestras hamburguesas. Pero las bacterias pueden hacerse residentes en los animales y luego infectar a los humanos. Los virus lo llevan haciendo mucho tiempo, al parecer. Habrá que ver qué ocurre si las bacterias se hacen resistentes a los antibióticos y los humanos volvemos a una situación sanitaria pre-antibióticos. Covid19 puede ser un juego de niños comparado con ese escenario “pre-Fleming”.
Aquí la idea básica es la siguiente: Ante una fuerte demanda de carne para consumo humano, la industria cárnica incrementa su producción hacinando los pollos, cerdos y vacas. En ese contexto de crecimiento rápido, sujeto al ciclo producción – transporte – consumo – deshecho, la industria farmacéutica aporta su tecnología para evitar enfermedades veterinarias que supongan una amenaza para los humanos y aseguren la producción de carne (reduciendo pérdidas). El hecho es que, por un lado, los animales presentan epidemias víricas recurrentes, SARS, no controlables con medicamentos veterinarios. Y por otro lado, los medicamentos veterinarios pueden suponer un problema de “bioseguridad” muy superior al que pretender arreglar si ocurre que las bacterias, sobreexpuestas a antibióticos se terminan haciendo resistentes, superbacterias tipo las que sobreviven en contextos quirúrgicos muy desinfectados.
Piensa que 68 millones de personas comen cada día en McDonald’s. Cada día. Si multiplicas 68 millones por 364, tienes el número de menús al año, y si multiplicas esos menús por los gramos de carne de una hamburguesa (unos 200 gr de media), tienes las toneladas de carne consumida al año en la cadena McDonald’s. A mi me salen cerca de 5 mil millones de kilos al año. 5 millones de toneladas al año, solo en la cadena McDonald’s. Este cálculo debe estar mal.
Karma y responsabilidad
Unas palabras sobre el karma. Ya lo sabéis, karma significa en sánscrito “acción”, y describe una observación muy simple; los fenómenos se siguen unos a otros en una cadena de causa y efecto.
El karma no es ni bueno ni malo. Una infección vírica es mala para el anfitrión, que enferma, pero buena para el huésped, los millones de virus que pueden completar su ciclo de vida y reproducción felizmente.
Y el karma, al contrario de la visión popular occidental, no es un determinismo fatalista e inevitable. El karma genético, la herencia genética que recibes y expresas, es a priori irremediable, pero tu estilo de vida, es decir tus acciones, también influyen en esa expresión genética. Por poner un ejemplo, el de los genes, en el que el karma parecería una especia de “destino trágico” a la griega.
Es decir, que el karma no anula nuestra responsabilidad, al contrario, una vez que uno se da cuenta de los efectos de sus acciones, se tiene que hacer responsable de ellas. Esta semana han endurecido las medidas de higiene en el súper, te piden que uses guantes al entrar, etc… Es decir, que nos hemos hecho fuertemente conscientes del karma. Nuestras acciones provocan “efectos invisibles” que afectan a los demás, y viceversa. Y una vez que lo vemos, actuamos en consecuencia.
La idea básica aquí es que karma no es igual a fatalidad. Una vez que te percatas de los efectos de tus acciones, karma se convierte en responsabilidad. En un libro que es una colección de enseñanzas orales, La Voz del Valle, el maestro Deshimaru dice que el karma “es la enseñanza básica del budismo”. A los efectos, el hacernos responsables de nuestras acciones es la enseñanza básica del budismo.
Karmacovid19
¿Se puede decir que las pandemias víricas “tipos SARS” tienen alguna relación con la actividad humana (karma)? El origen del SARS-Covid19 está por filiar, pero todo apunta al murciélago, luego al pangolín… y al mercado de carne de Wuham. Con los antecedentes de otros SARS, parece ser de nuevo de origen animal. Ocurriría en China con el pangolín lo que ocurre en Europa con el jabalí, el cerdo salvaje, que puede infectarte de triquinosis al no estar controlado por la normativa de bioseguridad alimentaria, al ser un animal salvaje.
Wuham, foco de la pandemia del SARS-Covid19, es una megalópolis de 11 millones de personas. A las que hay que dar de comer. Una ciudad súper industrial. Allí fabrica Inditex, por ejemplo. En Wuham se fabrica la ropa que vamos a comprar en ZARA en las próximas rebajas. Y la industria textil es de las más contaminantes del planeta, por su demanda de algodón, de tejidos sintéticos derivados del petróleo, y por el uso de agua y de tintes que son auténticas bombas químicas vertidas a los ríos chinos sin control.
Nuestra demanda de carne, las emisiones de CO2 de nuestros coches, nuestra producción de residuos duraderos cuando usamos y tiramos plásticos innecesarios o tiramos ropa sin usar… en definitiva, nuestro estilo de vida, ejerce una presión sobre el planeta que es inasumible.
Nuestra alta demanda de consumo (avidez), nuestra despreocupación por los efectos de nuestras conductas (ignorancia) y la aplicación de la tecnología en la aceleración del ciclo “producción – transporte – consumo – desecho de residuos - vuelta a empezar”, son una cadena de causa y efecto, una cadena kármica. Esas conductas comprometen la salud del planeta, y, por lo tanto, la nuestra como especie. Al margen de cuál sea el origen de este SARS en concreto, el Covid19, las pandemias tipo Gripe Aviar y sucesivas, se encuentran enlazadas en una cadena de cusas y efectos en la que nuestra conducta colectiva es un eslabón. Por lo tanto, es nuestro karma, y si lo sabemos, también es nuestra responsabilidad.
Si lo sabemos… ¿Estamos dispuestos a hacer algo?
Las autoridades nos han ordenado confinarnos. Y mayormente lo hemos hecho. Somos dóciles, o disciplinados, como prefieras. Desde luego, hemos demostrado ser capaces de coordinarnos para dar respuestas colectivas a problemas colectivos. Eso es interesante.
¿Estaríamos dispuestos a dar una respuesta diferente a nuestra forma de consumir, por ejemplo? ¿Podríamos cambiar un “karma colectivo” con una acción colectiva diferente? La fotografía que ilustra el artículo de eldiario.es que reseño más arriba es una pintada en una pared que dice; “We won’t return to normality, because normality was the problem”. No regresaremos a la normalidad, porque la normalidad fue el problema. Efectivamente, hay una “normalidad” que está resultando ser incompatible con la Vida, estamos desacoplados del orden natural. Sin embargo, y en vista del destrozo social y económico que va a dejar la pandemia, me temo que el deseo colectivo es el de la vuelta a esa normalidad. Despertarse un día por la mañana y descubrir que todo era un sueño.
La respuesta que encontró Gautama Buda al problema del sufrimiento fue muy simple, apoyándose en la observación del karma; la causa de nuestros problemas es nuestra avidez y nuestra ignorancia: Despertar a este hecho, al hecho de nuestra responsabilidad kármica (acabar con la ignorancia) y renunciar a la avidez (reducir nuestro consumo a lo esencial, llevar una vida sobria). Esta es una propuesta ética, civilizatoria, de la que, permitidme ser pesimista, nos encontramos muy lejos como colectivo.
La Vía que encontró y enseñó Gautama Buda para trabajar sobre nuestro karma fue el óctuple sendero, resumido en practicar la sabiduría (reconocer el karma), la conducta ética (cómo nos ganamos la vida, como usamos el lenguaje…) y la disciplina mental, la meditación sentada, zazen, sentarse en silencio, concentrados, volver la luz hacia el interior, conocernos, observarnos, observar el orden cósmico, y vivir en armonía con él. Esta es la propuesta del budismo, hacerte responsable de tu karma para transformarlo. Y no es una utopía. Conozco a personas que viven así, y funciona. Esa vida vivida así se llama nirvana, y no es un cielo metafísico. Es aquí y ahora.
El cosmos no descansa nunca. Une y destruye, provocando a la vez orden y caos.
T. Deshimaru. El Anillo de la Vía, p 59
Gassho