sokai dojo zen
Para empezar a leer el Genjō-kōan

El Genjō-kōan es una auténtica perla de la literatura universal, del Maestro Eihei Dōgen. Sobre la traducción del título, la más aceptada es “El Universo realizado”, pero también es aceptable traducirlo por “El Universo como es”, aunque he leído por ahí traducciones tan dispares como “el koan de la vida diaria”, no está mal.
Es uno de los primeros escritos que redactó Dōgen, en 1233, en vistas a incluirlo en su colección de conferencias, el Shōbōgenzō, y está dedicado a un discípulo laico (no monje) del maestro Dōgen. Así que cabe preguntarse qué querría saber ese discípulo, a qué dudas o preguntas responde el texto. Sospecho que, tratándose de un discípulo que no vivía en un templo permanentemente, y a tenor de lo que escribe Dōgen, la cuestión iría por ¿La vida diaria es una ilusión? ¿Es posible practicar el despertar de Buda en las actividades cotidianas? Algo así, no tengo ni idea.
Dōgen empieza el texto exponiendo tres puntos de vistas posibles; primero, si consideramos las cosas desde el punto de vista de la enseñanza de Buda, hay ilusión y hay despertar, hay vida y hay muerte, y por lo tanto, hay práctica. Este es el mundo visto desde la perspectiva del descubrimiento de Buda, la ley de la causa y el efecto, que es muy importante porque establece la causa del sufrimiento, la segunda noble verdad, y la práctica del óctuple sendero, la cuarta noble verdad, como medio útil para hacer cesar el pequeño infierno mental que nos hemos construido para habitar en él. Sin ley de causa y efecto, no habría práctica budista posible, no habría origen ni fin del sufrimiento. Pero claro, esa perspectiva divide la cosa en ilusión y despertar. División que puede ser necesaria, que es necesaria, para hacer andar la práctica. No es lo mismo vivir de un modo que vivir de otro.
Segundo, si consideramos las cosas desde el punto de vista de los fenómenos sin ego, sin una esencia permanente, observaremos que las cosas (y las personas) existen en interdependencia mutua unos de otros, y por lo tanto, todo es ku, así que no hay diferencia entre ilusión y despertar, entre vida y muerte… Este es el punto de prajna, la suprema sabiduría, que contempla todas las existencias como un todo orgánico, sin esencias separadas, no dos. Esta forma de ver las cosas está expresada en el Hannya Shingyo, un sutra de la corriente Mahayana del budismo, que trata de ir más allá de la dicotomía entre ilusión y despertar.
Pero entonces ¿De qué sirve la práctica budista, si la ilusión y el despertar son lo mismo? Da igual madrugar para ir a sentarme en zazen por las mañanas que quedarme en la cama calentito, todo es Buda. Esta es la pregunta que recorre muchos textos de Dōgen. Entonces Dōgen explica la tercera posición; hay vida, hay muerte, hay ilusión, hay despertar… Las flores se secan, aunque las amemos, las malas hierbas crecen, aunque las odiemos. Este es el Universo tal y como es.
Dicho de otra forma, el Universo, las cosas que están aquí, no adoptan la forma de nuestros deseos (que las flores que me gustan no se sequen nunca) ni van a dejar de aparecer las condiciones que nos fastidian (las malas hierbas que no paran de crecer): El Universo no está ahí, separado de mi ego, dispuesto para que yo sea feliz como la comida en el buffet libre del desayuno en el típico hotel de Canarias.
A eso Dōgen lo llama “conformar las existencias con el ego”, ilusión. Y no debemos deolvidar que en la Vía budista, y no budista, da igual, es un hecho, “ilusión” es sinónimo de “sufrimiento”, “frustración”, “malestar”, es la causa de nuestras frustraciones. La existencia frustra porque nos hacemos la ilusión de que estamos separados del mundo, y el mundo está ahí a la medida de mis deseos y mis aversiones, como un buffet libre inacabable. Y así nos va.
Esa es la definición de “ilusión”; un ego que toma el mundo objetivo como una extensión de sus deseos.
La definición que nos da Dōgen de “despertar” es la inversa; “cuando las existencias confirman nuestro ego”, cuando somos existidos por el cosmos, zazen.
Luego Dōgen va a poner dos ejemplos de nuestra relación con la existencia, uno es el movimiento en el espacio de una barca, y el otro es el tiempo – ser de la madera y la ceniza. El tiempo es existencia; esta imagen de la leña y la ceniza es una bella descripción de la filosofía del tiempo y la existencia que podéis encontrar en un texto de física cuántica escrito en Japón en el siglo XIII que se titula Uji. El autor es Dōgen. El texto está incluido en el Shōbōgenzō.
La relación entre sujeto y objeto, entre nosotros y nuestras condiciones de vida, en la posición del despertar, Dōgen la ejemplifica con el pájaro en el cielo y el pez en el agua, sin separación. No son dos existencias, agua y pez. El pez hace existir el agua y el agua al pez. No existen separados, igual que yo no existo separado de mi historia, de mis circunstancias reales de vida.
Y Dōgen dice también algo interesante sobre cómo observar los fenómenos sin esencia fija; haciéndose “íntimos con la acción”.
Para Dōgen la experiencia del Zen, el despertar, no es algo que se “entiende”, o se “comprende”, es algo que se desprende de nuestra acción en el mundo. Este punto lo va a ejemplificar con una bonita historia, un mondo entre un maestro y su discípulo. El maestro se abanica, y el monje le dice algo así como; “Si la naturaleza del aire es estar en todas partes, ¿para qué te abanicas?”. Dicho de otra forma, si ya somos Buda, ¿Para qué nos sentamos en zazen?
El maestro responde algo así como; “entiendes los conceptos, pero no sabes nada acerca de la naturaleza del aire”. Entonces el monje le dice; “enséñame entonces cuál es la naturaleza del aire”. Y el maestro, sin decir nada, continúa abanicándose. Genial, estas son el tipo de historias que me hacen considerar el Zen como una escuela de pensamiento y práctica espiritual superior en todo el mundo mundial. Francamente. Y lo siento por este ataque de orgullo, pero es lo que pienso. Creo que buscar en cualquier otra parte es una pérdida lamentable de tiempo, Pero volvamos a la historia.
Conclusión, si quieres aire, tienes que abanicarte y dejar de hablar sobre el aire. La naturaleza del aire se manifiesta en nuestra acción de mover el abanico, igual que nuestra naturaleza de Buda, nuestra experiencia del despertar, no está separada de nuestra acción en el mundo, de nuestra práctica concreta. Zazen es Buda cuando nos sentamos en zazen (no cuando hablamos sobre sentarse en zazen, o sobre Buda, o sobre lo que sea)
El despertar, que es de lo que va, entre otras cosas, el Genjō-kōan, es una acción íntima, una acción en la que sujeto y objeto, persona y cosmos, se funden en una sola acción.
¿Te parece muy filosófico? Lo siento.
En realidad, es zazen.
Cuando no conoces zazen y te sientas en meditación, pasa un coche por la calle y piensas, “oh, hay ruido, no me puedo concentrar, cuando pase el p*** coche y no haya ruidos me concentraré”, pero las malas hierbas crecen, y tus pensamientos te siguen distrayendo, y sigues luchando contra ellos para concéntrate… Cuando te vuelves íntimo con zazen, el ruido del coche en la calle, el sonido que llega a tus oídos, tu conciencia sensorial… son tu mente, son tus condiciones de existencia en ese momento, y no hay nada especial en lo que concentrarse. Pero hay que practicar fuerte para llegar a soltar. Hay práctica, Dōgen no deja de insistir sobre esto, vaya si la hay.
Solo cruzar bien las piernas, subir el pie bien alto sobre el muslo para apoyar las rodillas en la tierra con fuerza y estirar la columna vertebral empujando el cielo con la coronilla, seguir una espiración larga y suave, y soltar la mente. En ese estado, tu cuerpo sentado en zazen y el coche pasando por la calle son el Universo realizado. Y tus sentimientos de rechazo por las molestias que sientes durante zazen son una ocasión para estudiarte, conocerte, y olvidarte. Esta es la explicación que da Dōgen en el Genjō-kōan sobre qué significa “dejar caer mente y cuerpo”.
Las malas hierbas que no paran de crecer son las que realmente nos empujan a la práctica. Las ilusiones, o las molestias, da igual, no se van cuando llega el despertar, son la base de nuestra práctica, sin ellas no habría despertar, por lo tanto, el despertar no expulsa las ilusiones, ni una persona que practica el Zen es alguien que tiene unas condiciones de vida más fáciles o más “zen” que los demás. Es alguien que trabaja duro con sus malas hierbas. Las malas hierbas siguen creciendo para que nosotros podamos seguir practicando la enseñanza Zen. El Zen es para las personas que están dispuestas a trabajar duro con sus malas hierbas. Deshimaru decía “bad becomes good, good becomes bad”. Eso es el despertar del Genjō-kōan.
Lamento mucho que zazen no sea una práctica mucho más popular, lo lamento mucho por mis contemporáneos, porque creo firmemente que el Zen es la única salida real al atolladero del sujeto contemporáneo, que sufre cuando se secan sus amadas flores y las sustituye por una imitación de plástico, y fumiga con pesticidas el campo para que no crezcan las zarzas, ignorantes de que se están envenenado a sí mismo, y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. Y lamento que Dōgen no se estudie profundamente en los colegios y Universidades. Si, lo sé, esta es una ilusión gordísima. Pero que le vamos a hacer. Los bodhisattvas tienen que tener ilusiones de bodhisattvas (jajajajajajaja)
A los que practicáis sinceramente la Vía de Buda, os felicito, y os deseo buena práctica, y a los que no practicáis zazen, pues os deseo una buena vida, y espero en algún momento poder ayudaros con zazen si lo deseáis.
NOTA
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He encontrado un libro del maestro Zen Shohaku Okumura, Realizing Genjokoan. The key to Dogen's Shobogenzo (Ed. Wisdom), un comentario sobre el Genjō-kōan en inglés, se puede comprar online a buen precio, y si leeis en inglés es un libro que vale la pena tener en tu biblioteca Zen.
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