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  • Foto del escritorsokai dojo zen

Samuráis, Zen, muerte y Vía



Estos días estaba releyendo un texto de Kōdō Sawaki, Le Chant de l’Éveil¸ un comentario del poema Shōdōka del maestro Yoka Daishi que está comentando la Maestra Bárbara Kosen en sus kusen. Y me encontré con una cita de un texto antiguo japonés. El texto en cuestión es el Hagakure, “El Camino del Samurái”, escrito por Yamamoto Tsunetomo, un antecedente literario del bushidō.

Tsunetomo fue un samurái que vivió entre los siglos XVII y XVIII, al servicio del clan Nabeshima. Y su texto, el Hagakure, es una colección de dichos, consejos y anécdotas, cimentados en los pilares de la cultura japonesa medieval; el animismo sintoísta, el budismo y la devoción y el respeto por los antepasados y los señores del clan, muy del gusto de la tradición confuciana.

El libro, titulado en castellano “El camino del samurái”, está disponible en papel. Yo personalmente lo estoy leyendo en un pdf en inglés que encontré en Google.

Y lo estoy leyendo en busca de la conexión entre la cultura samurái y el budismo Zen. Y lo primero que me llamó la atención es mi comprensión limitada de lo que es un samurái. Siempre he pensado que un samurái era fundamentalmente un mercenario, un soldado a sueldo. Y así es, en tiempos de guerra, cuando tiene que defender al clan. Pero esa es una parte de la vida del samurái. El libro del Samurái de Tsunetomo es una especie de “libro de etiqueta”, en el que enseña cómo ser un buen siervo, que actitudes debe cultivar aquel que se pone al servicio de un señor, aquel que “se olvida de sí mismo y está concentrado únicamente en su señor”. Toda una educación.

La impresión que me deja el libro sobre el camino del samurái es que la palabra “samurái” capta mucho nuestra atención, quizá por lo folclórico, pero el punto en el que se centra Tsunatomo está en el “camino”. .

La idea fundamental de Tsunetomo, hasta donde yo llego en mi lectura, es que un samurái tiene que entregarse a un estilo de vida, a un camino, a una vía, que le empuja al olvido de sí mismo, abandonándose por completo a los intereses de su clan y su señor. Un samurái es alguien sin intereses personales. Esta es una de las primeras frases del Hagakure:


La Vía del Samurai se funda en la muerte. Cuando llega, solo queda la rápida elección de morir. Esto no es algo particularmente difícil.


La Vía del Samurái se fundamenta en la muerte. No sé porqué estas palabras me recuerdan a la enseñanza del Maestro Deshimaru, que descendía de una familia de samuráis, cuando dice aquello de “zazen es entrar en tu ataúd”. El propio Tsunetomo habla en varias ocasiones de “abandonar mente y cuerpo”, que es una de las enseñanzas clásicas de la escuela Sōtō Zen que fundó el Maestro Eihei Dōgen, con la que describe la práctica de zazen. El Zen tiene algo de esa “mística del abandono de sí”, al entregarse en cuerpo y mente a una postura en la que somos nosotros mismos y al mismo tiempo nos trasciende. Zazen no nos pertenece, nosotros pertenecemos a zazen.

Por su puesto, esto de la muerte y el camino del samurái evoca también el suicidio ritual, o sepuku, que los occidentales conocemos más bien como harakiri. En su libro, Tsunetomo relata anécdotas de samuráis que tuvieron que practicarse el sepuku. El propio Tsunetomo debería de haberse hecho sepuku cuando falleció su señor. Pero su señor había anulado esa práctica en 1660, así que cuando murió el señor del clan y Tsunetomo quedó liberado del servicio de samurái, se retiró a un templo budista cerca del castillo de Saga, donde redactó el Hagakure para educar a las siguientes generaciones de samuráis.

Por otra parte, el budismo no alienta el suicidio, más bien alienta el proteger la vida. Entonces, ¿qué quiere decir “fundamentar la Vía en la muerte” y qué relación puede tener eso con el Zen?

Así enseñaba Tsunetomo cuál debía de ser la actitud del samurái en el combate:

Aunque estés completamente seguro de que vas a perder el combate, lanza tu último ataque. En ese momento no tienen la menor importancia ni las técnicas ni el conocimiento. Una persona verdadera no piensa en la victoria o en la derrota, sino que se sumerge sin retroceder en una muerte sin sentido. Haciendo esto así, despertarás de tus sueños.

Así nos sentamos en zazen, aunque sepamos que vamos a morir, lanzamos nuestro último ataque, nos sumergimos en nuestro propio ataúd, sin considerar la victoria o la derrota, despertando así de nuestro sueño. Esto es lo que me evoca la idea de “una Vía fundamentada en la muerte”, que, de otro modo, es también, en ese “último ataque” que no considera la victoria o la derrota, la pérdida o la ganancia, una afirmación de la "potencia de vida", de la "voluntad de vida" (F. Nietzche). En el Zen, como en el camino del samurái, esa voluntad de vida se fundamenta en el no miedo.


Este es seguramente el aspecto del Zen que más nos cuesta entender a los occidentales (no sé si a los orientales también, aunque están más familiarizados con la noción de ). Entender que el Zen es una Vía de sabiduría. La práctica cotidiana de zazen, junto a un maestro/a, y en el seno de una comunidad (estos son los tres tesoros del budismo; práctica, Buda y sangha), son una Vía fundada sobre la muerte, sobre el abandono de uno mismo.


Si entiendes este “abandono de sí” como una mortificación, eso no es la Vía del Buda. Pero si buscas en el Zen una técnica de bienestar personal, eso tampoco es una Vía de sabiduría, porque es algo “centrado en uno mismo”, lo cual, según Tsuntomo, es un impedimento en la Vía. Alguien centrado en sí mismo y en su bienestar siempre tendrá miedo a perder, siempre pensará en términos de derrota o victoria. El cobarde muere mil veces, decía el literato argentino J.L Borges. El samurái solo muere una vez, sin dudar, sin miedo, sin considerar ganancia o pérdida.

Un Vía fundamentada en la muerte es sin ego, sin consideraciones personales, es avanzar sin miedo, sin complicaciones, abandonándote completamente a la vida mientras estés vivo, y abandonándote completamente a la muerte cuando tengas que morir. Esto es practicar el Zen como una Vía que nos hace personas verdaderas, objetivo último de la sabiduría del Zen.

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